Cree su propio jardín sin plantas o jardín seco, que en japonés se denomina “kare sansui”. Con pocos y sencillos elementos, como arena, piedras, cuarzos y velas, usted armará su propio lugar de meditación. esto es: un espacio físico para jugar con la mente y facilitar la concreción de objetivos.
Como un fluir constante de sensaciones, colores y texturas, el diseño de los jardines japoneses o “Kare Sansui” fue concebido, hace más de trece siglos, como un instrumento para la correcta percepción de la realidad. Es decir, de aquello que es lo esencial de la vida.
A diferencia de los occidentales, los jardines japoneses no están hechos para pasear, sino para ser admirados y motivar la actitud meditativa de quien se dedica a contemplarlos.
Otra diferencia esencial es que los jardines occidentales están basados en las plantas, en tanto, algunos tipos de jardines orientales, como los jardines zen de los que hablaremos, no las utilizan.
Estos jardines secos, a los que en japonés se llama “Kare Sansui”, también denominados “jardines de piedra” (Sekei Tei), se construyen en tan sólo unos pocos metros cuadrados a base de grava y rocas diseminadas, y engloban los principios fundamentales del arte y la filosofía japonesas.
Cuenta la leyenda que, cuando el jardinero terminó su obra, llamó al emperador para que contemplara su jardín. “Te felicito. Es el más hermoso de los que he visto y esa roca es la más bella de todas”, sentenció el monarca. Al instante, el jardinero tomó la piedra señalada por el emperador, la sacó del jardín y la tiró al mar.
Entonces, le explicó a su señor: “Ahora, todo está perfecto y el jardín puede contemplarse en armonía”. Esto significa que un jardín, como la vida, tiene que ser visto en su totalidad. Si nos detenemos en la belleza del detalle, el resto nos parecerá demasiado feo. Estos jardines secos construidos en pequeños espacios al lado de los templos ayudaban a los monjes a concentrarse y a dedicarse a la meditación.
Hoy, sin necesidad de llevar una vida aislada como la de los monjes ni de despilfarro como la de los reyes, lo que sí podemos hacer es aprovechar la serenidad y la vitalidad que transmiten estos místicos paisajes para facilitar la concreción y la mejora de nuestros objetivos.
Tan es así que, reproducciones de “jardines miniatura”, actualmente difundidas tanto en Oriente como Occidente, servirán para aclarar nuestra mente y tranquilizar el espíritu.
A continuación, le explicamos cómo hacer su propio “jardín zen”. Estas instrucciones también le servirán en caso de que usted quiera hacerlo de un tamaño mayor.
Usted mismo puede armar un Kare Sansui diminuto y dejarlo en el comedor o sala de estar como adorno. Están hechos con elementos naturales (arena fina, piedras pulidas y cristales de cuarzo, pero, también: con velas o conchas marinas). Todo sabiamente dispuesto sobre una sencilla cajita de madera, barnizada o pintada a mano.
La bandeja
Un tamaño cómodo para la bandeja puede ser 30 x 20 cm (pero, como aclaramos antes, puede ser mayor si usted lo deseara así). Lleva encima una capa (de unos 1,5 cm de grosor) de arena limpia y nueva, que debe cubrir toda la superficie del recipiente, como si fuera un mar en calma. También, necesitará un pequeño rastrillo (que puede reemplazar por dos palillos chinos) y una hoja de madera fina para alisar la arena a menudo.
Piedras, cuarzos y velas
Las piedras serán elegidas según su gusto. Trate de que sean rústicas y más o menos del mismo tamaño, siempre acordes al tamaño de la bandeja. Si son pequeñas o medianas, con 3 ó 5 piedras estará bien para el tamaño que le sugerimos en la nota. Si es más grande, obviamente, las piedras también deberán serlo, así como tendrá que ser mayor la cantidad.
En cuanto al cuarzo, puede intercalar uno o dos pequeños. Si decide poner velas, le convendrá hacerlo al costado del jardín. Procure que sean chatas y pequeñas para no crear puntos de distracción.
Es decir, lo que se debe priorizar en todo momento es la armonía del conjunto, lo cual implica, una visión global e igualitaria; nada debe destacar sino contribuir al equilibrio general de todo el jardín. Un simbolismo mismo de la vida y de cualquier proyecto que uno tenga en mente.
Cada cosa debe cumplir una función específica, pero dicha función sirve a un bien superior o común, que es el del conjunto, de valor superior.
El simbolismo
Respecto a los elementos que acabamos de citar, cada uno de ellos tiene un significado particular para la tradición japonesa. A saber:
Arena.
Neutraliza los malos pensamientos, las actitudes y las emociones negativas, creando un ambiente de tranquilidad y serenidad. Un espacio de arena perfectamente alisado representa la inmensidad del mar. Los surcos pueden simbolizar los diferentes caminos que emprendemos en la vida.
Piedras.
Representan los obstáculos o las experiencias de la vida. Las que son irregulares y asimétricas contienen una mayor carga de energía. En un plano físico, representan las montañas.
Cristales de cuarzo.
Pueden recibir, almacenar y transmitir energías positivas, y generan armonía. Su transparencia está relacionada con valores como la sencillez, la humildad y la modestia.
Conchas o caracoles.
Nos ponen en contacto con el mar y nos recuerdan su presencia. Representan la tranquilidad y la paz que se percibe ante un mar en calma y el rumor de sus aguas.
Velas.
Ayudan en muchos procesos de meditación creando ambientes que propician el relajamiento. Sirven para iluminar el jardín con una luz sedante y natural. Dentro del jardín, pueden colocarse pequeñas velas redondas y aromáticas.
PASO A PASO, CÓMO HACER SU PROPIO JARDÍN ZEN
En el jardín seco, se expresa espiritualidad, en el sentido de que en él no hay riqueza material, sino la pureza de cosas simples y austeras.
Los elementos son sólo objetos sencillos que, gracias a su armoniosa colocación, hacen del jardín una obra para la contemplación. Este paisaje permite dar descanso a nuestra mente: contrarresta la ansiedad y la angustia y nos invita a la creatividad mental.
Para hacer su propio jardín Zen, proceda tal como se indica a continuación.
Instrucciones
Siga estas instrucciones, paso a paso:
1. Alise primeramente la arena y, luego, defina claramente sus objetivos a mediano y corto plazo.
2. Coloque las piedras intuitivamente sobre la arena, alternando con el cuarzo.
3. Ahora, para disfrutar de una agradable sensación de bienestar, hay que respirar profunda y lentamente, mientras se rastrilla la arena dibujando finas líneas o círculos.
4. Deje su mente libre de cuestionamientos y permita que se funda en esas figuras por un rato.
Los secretos del jardín
El jardín puede convertirse en un espacio de transformación. Así, podemos cambiar su forma infinidad de veces, retirando las rocas, alisando la arena, colocando nuevamente los elementos y trazando los surcos que representarán otras oportunidades de concretar nuestros deseos.
El secreto profundo de un jardín Zen reside, precisamente, en la contemplación. Nos da la oportunidad de crear, de meditar, de reflexionar y de jugar moviendo la energía para producir los cambios convenientes.
Lo que pretende el Zen, a través de la construcción de jardines, es mostrar que la realidad no debe ser entendida con el pensamiento sino a partir de la “intuición pura”.
Podemos entender la intuición pura como un captar lo que son las cosas sin tener que pensar en ellas. Esta intuición surge espontáneamente de la contemplación y del juego creativo que establecemos.
Las ideas iluminadoras lo ayudarán a resolver los conflictos y a tomar decisiones acertadas, apareciendo inesperadamente durante el día.
Éste es el efecto que tiene la meditación, así que no se esfuerce por obtener esta sabiduría mientras interactúa con su jardín, ella vendrá sola, inesperadamente y sin esfuerzo.
En el jardín seco, se expresa espiritualidad, en el sentido de que en él no hay riqueza material, sino la pureza de cosas simples y austeras.
Los elementos son sólo objetos sencillos que, gracias a su armoniosa colocación, hacen del jardín una obra para la contemplación. Este paisaje permite dar descanso a nuestra mente: contrarresta la ansiedad y la angustia y nos invita a la creatividad mental.
Para hacer su propio jardín Zen, proceda tal como se indica a continuación.
Instrucciones
Siga estas instrucciones, paso a paso:
1. Alise primeramente la arena y, luego, defina claramente sus objetivos a mediano y corto plazo.
2. Coloque las piedras intuitivamente sobre la arena, alternando con el cuarzo.
3. Ahora, para disfrutar de una agradable sensación de bienestar, hay que respirar profunda y lentamente, mientras se rastrilla la arena dibujando finas líneas o círculos.
4. Deje su mente libre de cuestionamientos y permita que se funda en esas figuras por un rato.
Los secretos del jardín
El jardín puede convertirse en un espacio de transformación. Así, podemos cambiar su forma infinidad de veces, retirando las rocas, alisando la arena, colocando nuevamente los elementos y trazando los surcos que representarán otras oportunidades de concretar nuestros deseos.
El secreto profundo de un jardín Zen reside, precisamente, en la contemplación. Nos da la oportunidad de crear, de meditar, de reflexionar y de jugar moviendo la energía para producir los cambios convenientes.
Lo que pretende el Zen, a través de la construcción de jardines, es mostrar que la realidad no debe ser entendida con el pensamiento sino a partir de la “intuición pura”.
Podemos entender la intuición pura como un captar lo que son las cosas sin tener que pensar en ellas. Esta intuición surge espontáneamente de la contemplación y del juego creativo que establecemos.
Las ideas iluminadoras lo ayudarán a resolver los conflictos y a tomar decisiones acertadas, apareciendo inesperadamente durante el día.
Éste es el efecto que tiene la meditación, así que no se esfuerce por obtener esta sabiduría mientras interactúa con su jardín, ella vendrá sola, inesperadamente y sin esfuerzo.
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